Iglesia Cristiana Encuentro Con Cristo - Temuco

martes, 24 de marzo de 2015

Dichosos los pacificadores



Esta serie de las bienaventuranzas del Sermón del monte nos han anidado y exhortado a vivir la         
vida cristiana de acuerdo a los parámetros establecidos por Jesús. Hemos dicho que no se trata de una serie de condiciones o tareas a cumplir, el asunto es mucho mas complejo, pues no se trata de hacer sino de ser.
Si hacemos un resumen podemos notar que:
La primera bienaventuranza es el requisito para el resto: Solo el que es pobre de espíritu será… consolado, manso, tendrá sed de justicia, limpio de corazón etc.
Lo segundo es que las bienaventuranzas tienen un orden específico, según las normas de escritura de los judíos  y están relacionadas unas con otras asi:
La 1 con la 5 Los pobres en espíritu está relacionado  con los misericordiosos.
La 2 con la 6 Los que lloran con el corazón limpio / dijimos que Dios pone tristeza para el arrepentimiento y en realidad sino lloramos por nuestro pecado nunca tendremos un corazón limpio.
La 3 con 7 Los mansos / humildes con los pacificadores. /
Hoy veremos quienes son los pacificadores pero debemos tener en cuenta el contexto de los mansos. Solo aquel que es manso puede llegar a hacer pacificador.
El tema que se nos pone sobre la mesa es: La paz y los pacificadores.
La paz, tan anhelada paz… Estas fueron una de las últimas palabras del Señor Jesús a sus discípulos: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden”, fueron dadas  en un contexto  de tensión política en la lucha de los fariseos en irse contra Jesús, en tensión emocional frente a los acontecimientos de la resurrección de Lázaro y tensión con discípulos ante el anuncio de la muerte de Jesús y la predicción de la negación de Judas.
La paz no es la ausencia de peligro o conflicto, es la presencia de Dios en medio de las circunstancias.
Esta bienaventuranza parece ser una la de las que más necesita escuchar este mundo. Nosotros hemos escuchado por años los conflictos y las guerras del mundo y por estos días leemos en los diarios que nuestra región está en conflicto.
Escuchamos los intentos de los hombres, los gobiernos y las organizaciones para encontrar una respuesta ante los conflictos y guerras. Sin embargo vemos que el mundo sencillamente no puede encontrar la paz. Esto debido a que la verdadera paz no es un tratado, no es un acuerdo, no es una firma en un papel, no son las buenas intenciones, no es dejar de hacer lo malo.
La paz es una característica de Dios y un fruto del Espíritu Santo, por lo tanto no es algo natural para el ser humano, no la logramos evidenciar en nosotros por esfuerzos propios, ni por ejercicios académicos, ni por ideologías. Tampoco es algo circunstancial que dependa de nuestro contexto.
Es más,  Jesús en su enseñanza no se está refiriendo directamente a la paz, ni a su sostenimiento sino que se dirige a los responsables de la paz y nos dice: Bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de Dios. Esto no quiere decir que los que busquen la paz serán hijos de Dios, quiere decir que todos los que somos hijos de Dios tenemos el peso y la obligación de ser pacificadores. Podríamos afirmar que la paz del mundo depende de los hijos de Dios.
Por lo tanto, las guerras y los conflictos son la ausencia de Dios y ausencia de los hijos de Dios, de los pacificadores. La razón es que esos hijos de Dios a veces no logran llegar a ser pacificadores porque su corazón aun no es manso. Podríamos afirmar que la falta de paz es la presencia de un corazón que aún está lleno de maldad.
El requisito para la paz y para el pacificador es entonces un corazón transformado por el poder de Dios. La verdadera paz nace solo de Dios y de los hijos de Dios que se someten a su voluntad y que son nacidos de nuevo.
Podemos tener la tentación de pensar que la paz mundial es inalcanzable y que no tiene que ver con nosotros, pero en realidad la situación mundial es solo un espejo que evidencia una realidad de la familia y de nosotros mismos. Los principios que atentan contra la paz son el corazón duro, egoísta, vanaglorioso, soberbio y esto se refleja en el mundo, en la iglesia, en los hogares y aun en nuestro propio corazón. Una persona puede vivir sola en el mundo y aun así estar en conflicto sino tiene paz con Dios.
¿Cómo podemos definir a los pacificadores?
1.      Debemos decir que los pacificadores no son esas personas que quieren la ausencia de  conflicto a toda costa. Hay personas que ceden sus principios y sus opiniones para evitar las tensiones. Vemos que Jesús confrontó con sabiduría la conducta inadecuada de los fariseos. (por ejemplo la mujer que se deja golpear por el marido para que no halla conflicto en la familia)
2.      Tampoco son los que tratan de mediar el conflicto queriendo quedar bien con las dos partes. No siempre el acuerdo es lo correcto, cuando se trata de principios bíblicos y de peticiones de Dios necesitamos tener una postura  radicalmente misericordiosa. 
3.      Entonces, Son aquellos que, en primer lugar han experimentado estar en paz con Dios. Que han solucionado sus cuentas con Dios a través del arrepentimiento y la conversión. Solo el que vive en paz puede ser pacificador.
4.      El pacificador es aquel que tiene un espíritu apacible, es decir que está libre de brusquedad y violencia y por ello resulta agradable o tranquilo. Nadie creería en un pacificador tosco, poco amable, duro y sin misericordia. ¿Somos lugares de paz? ¿Las personas pueden contar con nosotros porque somos agradables y confiables? ¿O nos llamamos hijos de Dios pero somos conflictivos, bruscos y no generamos tranquilidad?
5.      También el pacificador es aquel  que sesea la paz, y hace todo lo que puede por crearla y mantenerla. Es alguien que trata en forma activa que haya paz entre las personas, entre grupos, entre naciones. Es obvio, por tanto, que se puede decir que es alguien que está por encima de todo preocupado por conseguir que todos los hombres estén en paz con Dios. 

¿Qué sería de nuestra familia, de nuestra iglesia y de nuestro país si todos decidiéramos ser pacificadores, con el corazón manso y limpio? ¿Qué sería de nosotros si decidimos ser instrumentos de bendición?

 No tendríamos odio, celos, crítica y muerte… seríamos realmente el propósito de Dios para la tierra.

2 Crónicas 7:14  nos afirma con claridad que el hombre está en la condición que está por no reconocer el Señorío de Dios y porque ha querido ser el señor de su propia vida. El hombre ha querido señorear sin Dios en orgullo y en independencia. “puedo solo” Las guerras, la perdición y nuestras tragedias humanas provienen de la decisión de Dios de eliminar a Dios de su vida y de su agenda.

Qué podemos esperar de una familia enferma, de una iglesia enferma, de unos gobernantes enfermos. Enfermos en su corazón, o sea que necesitamos urgentemente un trasplante de corazón y el único donante compatible es Dios.  Este es el único trasplante seguro y efectivo que cambia la condición en la que está el enfermo a punto de morir, el único trasplante que no tiene peligro de muerte sino de vida y vida en abundancia. Este es el único trasplante que no requiere hospitalización porque su recuperación es inmediata.

La promesa de Dios para nosotros es el más alto privilegio que puede tener un ser humano sobre la tierra. Ser hijo de Dios, instrumento de justicia, instrumento de amor en un mundo perdido en la guerra

Deberíamos orar como Francisco de Asís.

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

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