Los
frutos del Espíritu
Gálatas 5: 16-24
Pastor, Julián Aristizabal
Pablo nos muestra a través
de esta carta la importancia de vivir en el espíritu
y no satisfacer los deseos de la carne
que se oponen al Espíritu.
Estos frutos tienen que ver con tres relaciones:
1.
La relación con Dios
2.
La relación con otros
3.
La relación con
nosotros mismos
Los primeros tres frutos que menciona Pablo son el amor, el
gozo y paz. El Espíritu Santo pone el amor de Dios en nuestro corazón,
el gozo de Dios en nuestras almas y la paz en nuestra mente. La vida de un cristiano lleno del Espíritu
Santo debe estar guiada por estos frutos.
Los siguientes tres frutos son paciencia, amabilidad y
bondad. Estos frutos tienen que ver con mi relación
hacia los otros. La paciencia que soporta la falta de cortesía
y de amabilidad y que se niega a pagar con la misma moneda.
La amabilidad /
benignidad que va más allá de la tolerancia negativa de
no desear mal a nadie y le desea el bien y la bondad que toma los deseos y los convierte en hechos
porque toma la iniciativa de servir a los demás
de manera concreta y constructiva.
Y los últimos tres frutos fidelidad,
humildad y dominio propio que tienen que ver con la relación
conmigo mismo.
La palabra que se traduce como fidelidad también
puede traducirse como fe, aplicado en este contexto como las características
que nos hace confiables, es decir que les permite a otras personas confiar en
nosotros, como cuando una persona cumple lo que dice con hechos reales.
La mansedumbre, no es la cualidad del débil
o blando sino la de los fuertes y enérgicos cuya fuerza y poder permanece en control. Y el dominio propio que se caracteriza por controlar lo que
dice, lo que piensa y aún controla sus apetitos e
instintos.
A veces nos preocupamos, en diferentes ámbitos
de la vida, en ejercer poder sobre otras personas pero no nos preocupamos por
dominar a quien realmente debemos
dominar… es decir a nosotros mismos.
Todo Cristiano que camina en la semejanza de Cristo está lleno del Espíritu,
por lo tanto vive bajo estos frutos y debe preocuparse tanto por la relación
con Dios, como con los demás y por su propia vida.
Cuando cultivamos solo unos frutos y descuidamos otros nos
convertimos en cristianos desequilibrados y nos engañamos
pensando en que tenemos una gran espiritualidad.
Por ejemplo si no cultivamos el amor, el gozo y la paz, no
podemos pretender ser pacientes, bondadosos.
Una persona del mundo puede ser bondadosa pero no implica
que tenga amor y el mundo sin amor es un mundo sin esperanza, sin la esperanza
de Dios.Podemos tener amor, pero si no aplicamos la paciencia, la
amabilidad y la bondad nunca nos reconocerán
como los discípulos de Jesús. El amor de Dios debe llevarnos a
las obras concretas.
Tampoco podemos afirmar que tenemos muchos frutos y que no
poseemos dominio propio. Eso es inconsistente. La Biblia nos dice que Dios dio dones diferentes para la iglesia y que no debemos esperar que todos
tengamos todos los dones. Pero no sucede asi
con los frutos pues todos estamos llamados a vivir en todos los frutos del Espíritu.
La pregunta que nos sugiere el texto, ¿En
que terreno estamos sembrando? ¿en el terreno de la carne? o ¿en el terreno del Espíritu. El texto no nos da la opción de puntos intermedios, con Dios
no existen las mitades somos o no somos.
Para pensar:
¿Qué
queremos cultivar?
¿cómo
podemos desarrollar estas ?
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